¿Son peligrosos para la salud? ¿Sirven realmente para dejar de fumar? ¿Hay que legislar su uso en espacios públicos como si se tratara de tabaco convencional? El cigarrillo electrónico ha generado una gran polémica y se ha situado en el ojo del huracán desde su irrupción en el mercado hace apenas dos años. Sin embargo, el boom de su venta parece empezar a deshincharse según un artículo que publicaba esta semana La Vanguardia, en el que se alertaba de que casi un 70% de los negocios dedicados a este producto han cerrado sus puertas en los últimos meses después de una drástica caída de las ventas.
Pero, ¿sabemos exactamente cómo funcionan estos cigarrillos y si realmente representan algún peligro para la salud? Desde Peritos Judiciales GP-Grup, especialista en peritajes químicos y análisis de toxicología a nivel nacional, intentamos dar respuesta a algunas de estas preguntas para a despejar dudas sobre un producto envuelto en la polémica.
Empezaremos, por lo tanto, por el principio. ¿Qué es el cigarrillo electrónico? Se trata de un dispositivo inhalador que emite vapor de agua (como si fuera humo) diseñado para sustituir o reducir el consumo de tabaco y que puede contener nicotina en diferentes concentraciones o estar libre de este elemento y usar sólo aromatizantes de diferentes sabores. En el mercado existen innumerables modelos y diseños pero, esencialmente, su funcionamiento es el mismo. Todos constan de un sensor que activa el mecanismo cuando el fumador aspira, una batería eléctrica recargable, un cartucho intercambiable con la nicotina y los saborizantes y un atomizador, que consiste básicamente en una resistencia que convierte el líquido en vapor cuando pasa a través de él.
La polémica estaría, precisamente, en el
contenido de estos cartuchos, ya que, aunque los médicos reconocen que contiene
menos sustancias nocivas que el tabaco convencional, también alertan de que
incluye algunos elementos que pueden resultar perjudiciales para la salud, como el
propilenglico (un irritante de las vías respiratorias), la glicerina o las
nitrosaminas (consideradas cancerígenas).
Además, un estudio de la Agencia
de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) realizado en 2009 alertaba
de la detección de varios tóxicos en estos cigarrillos que no aparecerían en el
etiquetado pero podrían resultar peligrosos para la salud.
No obstante, más allá de su contenido, otro punto polémico
del cigarrillo electrónico es el hecho de que pueda inducir al hábito de fumar.
Para muchos, resulta un mal ejemplo para los menores, ya que se tiene la
percepción de que no se está haciendo nada perjudicial, aunque se evoca el acto
de fumar, lo que podría inducir al tabaquismo a personas que no eran fumadoras
o perpetuar el hábito en otras que piensan erróneamente que lo están dejando
pero no lo hacen en realidad (puesto que siguen consumiendo nicotina en mayor o
menor grado).
Quizás por eso, el Congreso acotó recientemente su uso en
lugares públicos, prohibiendo los cigarrillos electrónicos en escuelas,
hospitales, parques infantiles y transportes públicos, aunque, de momento, dejó
vía libre para su uso en bares y restaurantes.
Una polémica que ha acompañado a este producto desde sus inicios y que, lejos de remitir, sigue en el centro del debate.
Y vosotros ¿Usáis cigarrillos electrónicos? ¿Creéis que es una buena opción para dejar de fumar? ¿Los prohibiríais en lugares públicos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario